viernes, 25 de marzo de 2016

El Sabor de la Horchata de Chufa

“La horchata (del latín hordeāta, ‘de cebada’) es una bebida refrescante (también postre), preparada con agua, azúcar y chufas mojadas (o molidas), además de ingredientes que poténcian su sabor, como la canela y la piel de un limón. Las chufas son unos pequeños tubérculos con forma de nudos que proceden de las raíces de la juncia avellanada (Cyperus esculentus), que se llama así por la forma de su fruto, parecido a la avellana”

Así describen la horchata en Wikipedia, y además agregan que tiene muchos beneficios:


        Es rica en minerales y vitaminas ( el fósforo, el potasio y las vitaminas C y E.)
        Aporta enzimas que facilitan la digestión.
        Una buena bebida energética. (100 kcal/100 g)
        Baja en  sodio.
        No contiene lactosa ni caseína ni gluten
       Sustituye a la leche de vaca.
 
Eso está muy bien, sin duda, sin embargo yo más que describir qué es la horchata y cuáles son sus beneficios lo que quiero recrear es el sabor de la horchata, y recién me entero no de cualquier horchata, que las hay de arroz, de cebada, de almendras, quiero rememorar la  "Horchata de Chufa".

Y es que  la “Horchata de Chufa”  me sabe a aquellas maravillosas salidas nocturnas allá por los años sesenta y cinco y un poco más cuando con el grupo de amigos de Santa Mónica nos íbamos hasta la California Norte donde en su plaza  central se instalaba un “Horchatero”, supongo yo venido de tierras Valencianas de España, donde hacíamos cola aquel grupo de ensoñadores jóvenes para comprar un vaso de horchata.


 No me da la memoria cuánto costaba un vaso de "Horchata de Chufa" en aquel entonces, aunque bien pudiera ser un “real” , es decir, Bs.0,50 cts de los de entonces.  Es decir,  por menos de un bolívar aquella bebida de sabor fermentado y almendrado acompañaba las conversaciones de la “pata” de amigos “zanahorias” que se nos iban las horas entre cuentos, coqueterías, juegos y chistes, para luego salir  en estampida justo antes de las 12 de la media noche aunque entre nosotros no habían Cenicientas y mucho menos Príncipes.


Fue exactamente muchos años después, en 2013 para ser exactos, que mi paladar volvió a saborear el extraño y para mi agradable sabor de la “Horchata de Chufa”. Y fue cuando visité a mi hija que vive en Barcelona, España, y justo frente a su Edificio queda una "Horchateria" bastante grande y reconocida. De esta manera nuevamente el sabor de la “Horchata de Chufa” quedó conectado a una grata experiencia como fue compartir con mi amada hija que hacía un año no veía.


En días recientes el sabor de la “Horchata de Chufa” volvió a estar ligado a momentos y experiencias agradables, pues al comentarle a mi sobrina que vive en Valencia, España de mi “nostalgia por este para mí especial sabor” sin pensarlo dos veces me hizo llegar a través de mí cuñada que andaba por aquellas tierras ibéricas de vacaciones 250 grs de chufa que para mí significaron un quintal del más atesorado recuerdo. Sin duda me sentí querida y consentida por mi sobrina.


Preparé la “Horchata de Chufa”, según la tradicional receta, agradeciendo en cada paso del proceso  la oportunidad de revivir ese sabor disfrutando lindos recuerdos.


Aquí va la preparación


INGREDIENTES

  • 250 grs. de chufa
  • 1 litro de agua
  • Agua suficiente
  • Azúcar y/o leche condensada (Opcional)
PROCESO
  • Se lavan las chufas y se dejan en remojo con suficiente agua entre 24 y  48 horas, cambiando el agua con frecuencia.
  • Transcurrido el proceso de remojo se toman ¼ de litro de agua que se usará para triturar las chufas de manera progresiva la cual una vez triturada se irá pasando por un colador de metal muy fino o si lo prefieres por un colador de tela.
  • A la leche concentrada de chufa previamente obtenida se le agregan los ¾ de agua restante. Se mezcla bien y se lleva a la nevera
  • Se toma bien, bien frío.






                                                                     !Buen Provecho!



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jueves, 24 de marzo de 2016

DULCE TRADICIONAL DE CABELLO DE ÁNGEL



Esta delicia de dulce me devuelve sabores de mi infancia. De pequeña me resultaba casi mágico ver como de aquella fruta grande, pesada y ovalada parecida a una patilla o a una auyama salía finalmente aquel dulce enhebrado, en algunas ocasiones de un color amarilloso claro y otras más oscuro, marrón “melao”. La curiosidad no tenía límites ante la traviesa respuesta de mi madre María Luisa:"... es que hay ángeles rubios y ángeles morenos" me decía. Y si ya el nombre de aquel dulce resultaba un enigma, “Cabello de Ángel”, aquella respuesta de mi madre era sin duda una invitación a echar a volar mi imaginación por cierto muy fructífera.

El Dulce de Cabello de Ángel reapareció en mi vida adulta de la mano de mi amado esposo Eduardo, quien heredó la receta de su madre Castorina, tan buena cocinera como mi madre,  ambas descendientes de las Islas Canarias, que ya dice algo de las destrezas culinarias de estas dos mujeres.


En fecha reciente, y en ocasión de la visita al país de una de las sobrinas que decidió hacer nido un poquito lejos, en Alemania, Eduardo sorprendió a todos con este manjar de Dioses, mejor dicho, manjar de Ángeles.


Aquí va la receta:


INGREDIENTES
1 cabello de ángel grande (de 3 a 4 kilos)
1 ½ kilo de papelón rallado ó azúcar blanca (A nosotros nos gusta con papelón: Ángeles morenos)
Agua suficiente


PREPARACION
1.- Se lava el cabello de ángel y se corta en pedazos grandes que se ponen a cocinar en una olla con agua suficiente durante unos 40 minutos cuidando que no se ablanden muchos las hebras.



2.- Se escurre y se deja enfriar. Luego se saca la pulpa que quedará como hebras de cabello, de ahí el nombre de cabello de ángel.


3.- Esta pulpa se pone en una olla o caldero grueso, se le agrega el papelón rallado y se pone a fuego fuerte hasta que agarre hervor, enseguida se pone a fuego bajo por 2 horas hasta que vaya tomando consistencia (Se debe revolver con frecuencia para qe no se acaramele pero con movimiento circular para no romper las hebras)


4.- Se deja enfriar y se guarda en la nevera.


Puede comerse solo en pequeñas proporciones, para untar galletas o para rellenar tortas.
Le puedes agregar a la cocción piña rallada o conchitas de naranja ó limón

¡Buen provecho!










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martes, 8 de marzo de 2016

Honrando a las Mujeres de mi vida

Volver después de más de 25 años a la casa familiar de “Mi Madrina de Bautizo” y enterarme que hacía solo seis meses se había ido de este plano terrenal me conectó con los más sagrados recuerdos donde se entretejían los afectos y cuidados de aquella mujer menuda e inquieta cuyos hermanos habían padecido los rigores de la Seguridad Nacional bajo la Dictadura de Pérez Jiménez, uno de los cuales había sufrido exilio.

La película de las largas estadías vacacionales que pasaba en su casa se me reveló con la nitidez que el amor confiere a las personas  y en fracciones de segundos descubrí que muchos comportamientos y actitudes de la Madrina Aura me pertenecían, sin calificativos de si eran buenos o malos, simplemente eran su legado. Y me recree entonces en su rostro sereno y afable que me llenaba de ternura y le agradecí saberla ahí, a mis espaldas, antes y ahora, nutriéndome y susurrándome tal vez sin palabras “Tú puedes, Tú eres capaz, Tú te mereces lo bueno y bello de la vida”. 


Y al lado de la Madrina Aura fueron convocadas las tantas y tantas Mujeres de Mi Vida: Mi Madre María Luisa, las Abuelas Susana, Luisa y Delfina, las Bisabuelas y todas las que estuvieron antes que ellas, las Tías Castillo y las Tías Perdigón, la Madrina Yolanda, las Hermanas Mayores, las Primas Grandes, las Maestras y Profesoras. Unas llegaban alegres y dicharacheras, otras más inseguras, dudosas o tristes; pero todas estaban ahí, cuales tejedoras de cuentos y de historias, cuales soñadoras de sueños, dispuestas como un coro de ángeles a darme contención e impulso. Y así,  tomadas de la mano, abrieron sus labios y me dieron a coro su bendición.


….La brisa fresca de las bendiciones de estas mujeres colmó la habitación de un aroma ancestral; aroma de madera, sol, tierra, agua, aire…Entendí entonces que mientras ellas permanecieran latiendo en mi corazón y en mis huesos yo dedicaría mi  vida a honrarlas de la mejor manera que aprendí a hacerlo: disfrutando y amando la vida. 


Hoy, recordando las enseñanzas de Clarissa Pinkola, honro lo que me dieron y  honro lo que ellas fueron, suelto  y me dispongo a “correr con los lobos”  viviendo mi vida con la fuerza poderosa de mis instintos, mi creatividad y mi sabiduría.

                                 Y tú ¿de qué maneras puedes honrar hoy a las mujeres de tu vida?

M.C.P.








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